Este año todo ha sido más difícil, pero no temáis, no voy a hacer recuentos de miserias (que han sido muchas y muy variadas). Ha sido casi imposible viajar, descubrir sitios y deleitarse con las formas de la luz, pero a pesar de todo (y rascando un poco de disco duro, no voy a mentir), aquí está un año más y ya van ¡nueve! (algo que me sorprende incluso a mí)¡el Calendario de Crónicas de una Cámara para este 2021! ¡Oh, yeah! Y un año más sigue siendo bastante gratis. Vamos, que si esto no es empezar con buen pie el 2021 ya me diréis. Sigue siendo una tradición especial para mí. La que me permite colarme en vuestros fondos de escritorio y acompañaros durante otro año más. Mi humilde manera de agradeceros los que seguís pasando por aquí de vez en cuando para compartir el mundo de las fotos y los viajes.
Y mi manera de desearos un Feliz 2021, que está vez si, viene cargado con la esperanza de ser un año mejor. Ojalá lo sea para todos, ojalá que estéis todos bien.
Ya sabéis que parte de la gracia es que adivinéis dónde está hecha cada una (se admiten apuestas en los comentarios) y también recordad que las fotos son vuestras, podéis usarlas como queráis (menos para ganar dinero… o si lo hacéis compartid, truhanes). Imprimidlas, compartidlas, regaladlas y sobre todo si han conseguido hacerse un huequito en vuestro fondo de escritorio, mandadme una foto de como lucen, que aquí los duendecitos y yo estamos encantados de verlas por el mundo.
Pasé muchos años en Alcalá de Henares. No dormía allí, pero la vivía como si fuera mía. Fueron esos espléndidos años universitarios y aunque muchos se gastaron entre fórmulas, diagramas, circuitos y líneas de código que nunca acaban de funcionar, de vez en cuando nos permitíamos salir por esa ciudad un poco ajenos al peso de la historia que se acumulaba en sus calles. No me malentiendan, no éramos impermeables a su belleza, a sus soportales, plazas y lo monumental de su Universidad pero lo asumíamos como natural. Alcalá de Henares era preciosa. No hacía falta remarcar las obviedades.
No fue sino el tiempo el que me la fue dibujando con la importancia que se merecía pero para nosotros el valor no recaía en sus calles sino en lo que vivíamos en ellas. En los rincones donde celebrábamos y donde también alguna que otra vez cayeron lágrimas, en las mesas de los bares que nos aguantaban hasta altas horas de la madrugada y en las pequeñas salas de concierto en cuyos escenarios conquistaban los amigos más valientes y donde empecé a apreciar el gusto por la música en vivo. En lo medible me fui de Alcalá de Henares con un título de ingeniero bajo el brazo conseguido con sudores y traumas, pero en lo personal me llevé algo más de madurez, una capacidad enorme de reponerme de golpes y mucha más seguridad en mí mismo. Vamos, lo que se dice crecer.
Hacía mucho que no pasaba por allí por eso fue una enorme alegría volver a pasearla y recuperar recuerdos y memorias. Esta vez no fui para retratarla en fotos, sino para hacerlo en vídeo, junto con los amigos de Salta Conmigo. Un lujo de oportunidad para darle forma y vida en tres vídeos para descubrirla a quienes no la conozcáis y para traer buenos recuerdos a quienes si.
Asi que sin más dilación aquí tenéis los tres vídeos. ¡Espero que os gusten!
Este año somos muchos los que nos hemos quedado sin disfrutar del Otoño en condiciones. No queda otra que rebuscar en las fotos de otros años para no echarlo tanto de menos. Y entre esas cosas aparecen estos vídeos que grabé el año pasado en Asturias, en mi visita al parque de Redes, donde pasé unos días y pude disfrutar del Otoño y del Invierno tal y como os conté en su momento. El mal tiempo no permitió grabar mucho, pero lo poquito que he podido rescatar lo he agrupado en un vídeo pequeñito al que además me he permitido el lujo de jugar añadiéndole la música.
Pues eso, sin más dilación, aquí tenéis algunas tomas aéreas con el DJI Mavic Pro de Redes, Asturias.
Los días de Otoño ya habían pasado su punto álgido cuando llegamos a Soria. Aún quedaba algo de explosivos dorados y ocres que nos fueron acompañando mientras la carretera subía desde Vinuesa, hasta que progresivamente la altura los fue reteniendo en cotas más bajas. El mar de oro quedaba a nuestros pies, sustituido por los perennes pinares, indiferentes al cambio de las estaciones.
A esas horas de la mañana podríamos parecer los únicos excursionistas que vagaban por la montañas pero lo cierto es que la zona se había despertado mucho antes incluso de que saliera el sol para quienes, al eco del Otoño, se dedicaban a la búsqueda de setas. Todo un mundo, ese, el de los “seteros” que se deslizaban fuera de la cama en mitad de la noche para llegar a sus rinconcitos secretos sin que ojos ajenos pudieran descubrir sus alijos y botines. Ocultos, solo se les podía intuir a partir de coches aparcados en caminos.
Nosotros indiferentes a esta búsqueda del tesoro solo queríamos disfrutar de un día de monte. El plan no era excesivamente complicado: Junto con mi padre y mi hermano planeábamos subir a la Laguna Negra y el Pico Urbión (2228 m.)en la frontera entre Soria y La Rioja. Era una ruta que habíamos hecho años antes, tal y como atestiguaban unas cuantas fotos que ya sobrepasaban la mayoría de edad aunque la memoria las hubiera dejado en algún cajón que ya no sabía encontrar.
(Mi padre junto a la Laguna Negra al comienzo de la Ruta)
A la laguna Negra se llegaba rápido, especialmente si, como ese día, la carretera que llevaba hasta su puerta estaba abierta al público. Ventajas de viajar entre semana y fuera de temporada alta, supongo. Si no, lo que debería ser común ser la mayoría de las ocasiones, tocaría dejar el coche dos kilómetros más abajo en un parking más amplio ya preparado para acoger a números grandes de visitantes y en el que creo (no podría asegurarlo) que hay que pagar unos 4 euros por coche. Ese día no había quién se hiciera cargo.
(La Laguna Negra con el Pico Urbión al fondo)
Por lo tanto comenzamos a caminar ya muy cerca de la propia Laguna Negra, que sería nuestro inicio de ruta ya que en apenas unos centenares de metros ya estábamos a sus pies. Y creedme, era un punto de salida glorioso.
La falta de viento la mantenía como un perfecto espejo, roto tan solo en algunos instantes por algún que otro pez que subía imperceptiblemente hasta encontrar la superficie. La famosa Laguna Negra hacía honor a las expectativas. Cuentan las leyendas, esas que se transmiten por el boca a boca y que se quedan en el imaginario popular que era imposible saber su profundidad, que había que imaginarla como un enorme pozo negro que se perdía en un abismo, que se comunicaba mediante intrincados ríos subterráneos con el mar y donde habitaba un monstruo que devoraba todo lo que tenía la mala suerte de caer en sus aguas. La realidad es algo más decepcionante ya que el punto más profundo de la laguna no supera los 8 metros. Apetece más, no me lo irán a negar, quedarse con la fuerza mística de la leyenda.
La gran afluencia de público que la suele visitar hizo hace unos años que se colocaran unas pasarelas de madera a su alrededor, lo cual reduce el impacto de los visitantes y la hace más cómoda a para todo tipo de público. Es una pena que mucho de este mismo público no se anime a seguir descubriendo una zona muy disfrutable de caminar. Eso si, tras pasar el primer repecho que consigue superar el farallón de roca que la rodea. El trueque por cada paso, por cada metro de ascensión y cada gota de sudor es una mejora de la vista que acaba resultando en una bonita panorámica de la zona.
Lo cierto es que no es una ruta nada difícil y salvando este tramo el resto del trayecto es una subida amable que se va abriendo a partir del collado de la Majada Rubia y que va ofreciendo vistas cada vez más bonitas. El objetivo era llegar a subir al Pico Urbión (2228 m.) que ya se iba viendo en la lejanía. Alcanzar su cima se puede hacer de muchas maneras, desde un camino directo por mitad del valle o complicándolo ligeramente como hicimos nosotros para poder pasar por la Laguna Helada y la Laguna Larga.
(La Laguna Helada)
(Recorrido aproximado de la ruta que hicimos)
Bordeamos una Laguna Helada que no hacía honor a su nombre para cruzar de nuevo el valle hasta alcanzar la Laguna Larga. Detrás quedaba el Risco Zurraquín que se erigía como una torre sobre un valle que se perdía por debajo. Y ya enfilados por la ladera subíamos pacientemente hasta alcanzar el ultimo paso, y meternos entre grandes mazacotes de de pura piedra que culminaban entre estrecheces en la cima del Pico Urbión.
(Dejando detrás el Risco Zurraquín)
(Bordeando la Laguna Larga)
(Aproximándonos ya al Pico Urbión)
Desde allí, en lo alto de la frontera entre la Rioja y Soria la vista era exquisita. No solo se podía ver perfectamente el recorrido de subida que habíamos realizado, sino que el día nos obsequió con vistas del Moncayo (2314 m.) en la provincia de Zaragoza y del Monte de San Lorenzo (2271m.) en La Rioja. Destacaban en la lejanía y separados por un centenar de kilómetros el uno del otro. Los dos picos más altos de la Cordillera del Sistema Ibérico. Completaba la estampa ya la Laguna de Urbión, al otro lado de la frontera riojana.
(La cima del Pico Urbión)
(La Laguna de Urbión)
(Mirando hacia el tramo por el que habíamos subido. Vistas de la Laguna Larga y al fondo entre la niebla aparece el Moncayo)
(Pico Urbión en primer plano, detrás se puede distinguir la Laguna Larga y en un plano posterior a la derecha de la foto la Laguna Helada. También el Moncayo al fondo saliendo de entre la bruma).
(Laguna Larga y Laguna Helada)
(Pico Urbión y Laguna de Urbión)
Nos deleitamos cuanto quisimos con las vistas, antes de comenzar el camino de regreso no sin habernos desviado un poquito para encontrarnos con el nacimiento del Río Duero, las primeras gotas de un río inmenso que habría de desembocar, muchos kilómetros después, en Oporto. Deshicimos parte de lo andado, volvimos a bordear la laguna Helada y nos acercamos a ver el nombrado mirador de La Laguna Negra, que bien merece la pena la subida para todo aquel que se acerque aunque sea tan solo a conocer esta laguna.
(El nacimiento del Río Duero)
(Vista de la Laguna Negra desde su mirador)
(Las tres lagunas, el Pico Urbión y el recorrido aproximado de la ruta)
Era el momento de completare el último tramo de bajada, el momento de volver a pasar por una laguna Negra a la que los colores del atardecer habían maquillado de forma muy distinta y el momento de llegar al coche, de descalzarse la botas y volver a Madrid. Visita relámpago pero con un día glorioso y con una ruta preciosa, de dificultad media/baja por una zona que es un espectáculo.
Y para despedirme aqui os dejo un vídeo de la zona, para que os podáis hacer una idea más general y en movimiento de lo que es.
Distancia: 11,6 km.
Desnivel: 683 metros
Dificultad: Media/Baja
Tiempo: Nosotros con todas infinidad de paradas y descansado a comer la hicimos en seis horas y media.
Señalización: La ruta está bastante bien indicada con infinidad de postes orientativos.
Como llegar:
La manera más cómoda de llegar es en coche hasta el parking, siguiendo las indicaciones desde Vinuesa que es la localidad soriana más cercana. Hay que tener en cuenta que no hay opción de transporte público desde Vinuesa. Si se podría llegar por senderos pero entre ida y vuelta nos acercamos a los 40 kilómetros, así que quizás sea una buena opción solo para ciclistas.
En temporada alta hay que pagar el parking (4 Euros) que se encuentra a 2 kilómetros de la laguna negra. Hay autobuses que unen ambos tramos con un coste de 1,2 euros.
Donde dormir:
La localidad más cercana es Vinuesa que es donde existe la mayor opción de alojamientos y restaurantes. Nosotros nos quedamos en el hotel Virginia, que además tenía opción de restaurante.
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